La ilustración

La doctrina física del iluminismo es sutancialmente la de Newton. Isaac Newton (1642-1727) formuló en los Principios matemáticos de la filosofía natural la exposición completa de un sistema puramente mecánico de todo el mundo celeste y terrestre. Esta exposición no es sintética y deductiva, sino analítica e inductiva. Newton se encuentra en el camino de Galileo, no en el de Descartes. No se propone partir de hipótesis generales sobre la naturaleza, para llegar al conocimiento particular de los hechos, considerados como confirmaciones o manifestaciones de las hipótesis mismas. Parte, en cambio, del conocimiento de los hechos particulares obtenidos por experiencia y procura llegar gradualmente a las primeras causas y a los últimos elementos de los mismos hechos.

El siglo XVIII, el siglo de la ilustración, conserva intacta la confianza en la razón y se caracteriza por la decisión de servirse de ella libremente. “La ilustración, ha escrito Kant, es la salida de los hombres de una menoridad debida a ellos mismos. Menoridad es la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin guía ajena. Esta menoridad es debida a ellos mismos si la causa de ella no es un defecto del entendimiento, sino la falta de decisión y de valor para servirse de él sin guía.

El iluminismo hace suya esta lección de modestia y polemiza contra el dogmatismo de la razón cartesiana. Una de las facetas de este pleito es la condena del “sistema” o del “espíritu de sistema”, es decir, de las tentativas de la razón para proyectar planos generales del universo en os cuales los fenómenos observados sean luego adaptados a buenas o a malas.

Ninguno de los grandes sabios o filósofos del iluminismo francés profesa el materialismo. El ideal que domina el iluminismo es el de una descripción del mundo natural que se atenga a los hechos y conceda lo menos posible a las hipótesis metafísicas. Los filósofos del iluminismo (Voltaire, Diderot, Dálembert, Maupertuis) admiten generalmente la posibilidad de que la materia, cuya esencia nos es desconocida, haya recibido de Dios, entre otras cualidades también la de pensar; pero se niegan a admitir la dependencia metafísica de la actividad espiritual respecto a la materia.

El iluminismo italiano, estrechamente unido al francés, tiene como característica propia la preferencia por los problemas morales, políticos y jurídicos. Su principal contribución está representada por la obra de César Beccaria “De los delitos y las penas”, obra que incorpora al campo del Derecho Penal los principios fundamentales de la filosofía moral y política del iliuminismo francés. Por lo que se refiere a la gnoseología, la ilustración italiana tendió, sobre todo, a suavizar las tesis extremistas del francés, consiguiendo un prudente eclecticismo, con lo que aquellas tesis pierden una buena parte de su estridencia y de su fuerza renovadora. Los dos centros del iluminismo italiano fueron Nápoles y Milan. En Nápoles, el espíritu del iluminismo encuentra su primera manifestación en la 2Historia civil del Reino de Nápoles”, de Pedro Giannone, obra encaminada a mostrar cómo el poder eclesiástico ha ido, poco a poco, debilitando y limitando el poder político y cuánto conviene a éste ir reduciendo el poder eclesiástico a los puros límites espirituales.

El iluminismo alemán debe su originalidad, respecto al inglés y francés, más que a nuevos problemas o temas especulativos, a la forma lógica en que los temas y problemas se presentan y manejan. El ideal de una razón que tenga el derecho de atacar con sus dudas y sus problemas todo el mundo de la realidad, se transforma en el iluminismo alemán en un método de análisis racional, a la vez cauto y decidido, que avanza demostrando la legitimidad de cada paso y la posibilidad intrínseca de los conceptos de que se sirve y su fundamento.