LA DONCELLA DE
HIERRO: Aun había otros artilugios como la doncella de
hierro, esos ataúdes que eran piezas de exquisita artesanía
por fuera y por dentro. Por fuera por la gran cantidad de
grabados y relieves que adornaban su superficie; por dentro,
por la espectacular colección de pinchos, dirigidos a puntos
concretos del cuerpo, que se iban clavando lentamente sobre
el inquilino, a medida que se cerraba la puerta. Los clavos
eran desmontables, con lo que se podían cambiar de lugar,
con el fin de poseer un amplio abanico de posibles
mutilaciones y heridas que daban lugar a una muerte más o
menos lenta.
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