Juan Sin Tierra, sucesor
del famoso rey Ricardo, Corazón de León, era detestado por los
barones ingleses a los que había obligado a pagarle muchas
multas e impuestos; pero cuando Juan fue derrotado en el
desastre de Bouvines, en Francia, viéndole vencido se pusieron
de acuerdo para obligarle a cambiar de conducta. El arzobispo de
Canterbury, Langton, les mostró una vieja carta en que el rey,
Enrique I - que era francés - prometía observar las costumbres
de los ingleses. Decidieron redactar también una carta en que
quedaran consignados lo derechos de los ingleses, y que obligaba
al rey a que jurase respetarla en lo sucesivo. Los barones
juraron que, si se negaba, le harían la guerra hasta que cediese
(1214).
Juan volvió a Inglaterra
con una banda de soldados de oficio, jinetes, infantes
brabantinos y ballesteros (1215). Los barones se armaron y se
reunieron, y el arzobispo asumiendo la representación del grupo,
presentó a rey una larga lista con sus peticiones. Juan, se negó
en un principio. Entonces los barones atacaron sus castillos,
enviaron cartas a todos los caballeros de Inglaterra y se
pusieron de acuerdo con los habitantes de Londres. Juan,
habiendo perdido casi todos sus partidarios, resolvió ceder. Dio
cita a los barones en una pradera cerca de Windsor y puso su
sello en la Carta presentada por los barones.
Este documento, que se ha
llamado Carta Magna, enumera los abusos que el rey y sus agentes
tenían costumbre de cometer, y en ella el rey se compromete a no
incurrir en lo sucesivo; también, promete no imponer tributo
alguno, sino después de haber reunido a todos sus vasallos y
haber obtenido su consentimiento y, prometía que ningún hombre
libre sería detenido, encerrado en prisiones o desterrado, sino
con arreglo a las formas habituales de la justicia. Juan, para
desemba-razarse de la Carta Magna, la envió al Papa, diciendo
que no la había aceptado sino a la fuerza. El Papa, habiéndola
leído, dijo encolerizado: "Los barones de Inglaterra intentan
destronar a un rey que ha tomado la cruz y se ha puesto bajo la
protección de la Santa Sede''. Luego declaró sin valor la Carta
y escribió a los barones que la actitud que habían adoptado era
vergonzosa e injusta.
Juan, desligado por el
Papa del juramento que había prestado de observar la Carta,
mandó venir de Francia mercenarios de ca-ballería y ballesteros
que empezaron a saquear el país. Los barones ingleses, entonces,
resolvieron no reconocer más a Juan, y eligieron rey a Luis,
hijo del monarca de Francia, esposo de una sobrina de Juan
(1215). Luis llegó con sus caballeros y fue recibido en Lon-dres.
Recién se disponía a conquistar Inglaterra cuando Juan murió
(octubre de 1216).
La muerte de Juan varió la
situación. Los barones ingleses ya no tenían razón para apoyar a
un rey extranjero, y aceptaron como rey al hijo de Juan, Enrique
III, de nueve años de edad. El Papa le hizo consagrar y coronar
por su legado y excomulgó a Luis y sus partidarios; pero, para
reconciliarse con los barones ingleses, el legado confirmó la
Carta Magna y puso en ella su sello. Tras esta acción, Luis y
los franceses fueron arrojados de Inglaterra.
Enrique III, al ser mayor
de edad, confirmó otra vez la Carta Magna (1225); veintiocho
años más tarde, los obispos ingleses, en presencia de los
principales barones, hicieron una ceremonia solemne, con ves-tidura
episcopal y cirios encendidos, y declararon excomulgado al que
violase las promesas de la Carta.
Desde entonces los
ingleses han denominado a la Carta Magna "el fundamento de las
libertades inglesas". No impedía que el rey gobernase mal; pero
determinaba por escrito, de manera indiscu-tible, las costumbres
que el rey y sus consejeros tenían el deber de observar. El rey
mismo ya no tenía derecho de obrar según su ca-pricho. Como
decían los ingleses, "estaba sometido a la ley", es decir,
obligado a respetarla. |